Miedos en la infancia

Miedos en la infancia

Antes de hablar de los miedos en la infancia, me gustaría explicar que el miedo es una respuesta que aparece ante un peligro o amenaza en un momento determinado. Esta amenaza puede ser real o imaginaria, pero en ambas implica una activación de nuestro sistema de alerta, el sistema nervioso autónomo. Esta activación abarca desde sentimientos, emociones y conductas que en su mayoría son desagradables o incomodas para las personas. ¿Esto quiere decir que el miedo es “malo”? Para nada, de hecho es todo lo contrario. El miedo nos ayuda a defendernos ante un peligro, nos avisa de que hay algún estímulo que amenaza nuestra integridad física o emocional. Ante la presencia de ese peligro, nuestro cuerpo reacciona mediante la defensa (atacando) o la evitación (huyendo).

Se considera que el miedo constituye un problema psicológico cuando éste genera un malestar significativo en varias áreas de la persona (personal, familiar, escolar/laborar y social) durante un tiempo considerable. En este caso estaríamos hablando de una fobia. Pero cuando hablamos de infancia los criterios diagnósticos de la fobia pueden dar lugar a confusión ya que en cuanto a miedos infantiles se refiere, en su mayor parte, suelen ser temporales aunque provoquen ese malestar del que hablábamos anteriormente y aunque duren un tiempo considerable.

Miedos en la infancia evolutivos

Los miedos en la infancia evolutivos están presentes en todos los niños y surgen con el objetivo de preservar el desarrollo infantil, es decir, de procurar la supervivencia de la especie. Por ejemplo, el miedo hace que un niño/a no se vaya con un desconocido o que evite un callejón a oscuras. De esta manera el miedo opera de una forma adaptativa, es funcional ya que impide poner la vida en peligro.

Pero ¿qué pasa cuando este sistema de alerta se enciende sin la presencia de un miedo real? El miedo se vuelve patológico, es decir, aparecen las mismas sensaciones ante un peligro que no es real o permanece en el cuerpo aunque el peligro ya haya pasado. Los miedos infantiles son un poco diferentes en ese sentido ya que puede aparecer sin que se
presente o exista este estímulo peligroso o amenazante. Un claro ejemplo de esto es cuando los niños/as piensa que hay un monstruo en el armario o que una bruja puede venir a llevárselos. En esta situaciones el miedo aparece de una manera muy intensa a pesar de no haber visto nunca a esa criatura sobrenatural que los pone en peligro e incluso el solo hecho de pensar en ello activa esa alarma.

Los miedos infantiles de carácter evolutivo desaparecen con el tiempo y además son compartidos por los niños y niñas en función de su edad.

Los más frecuentes son:

  • Durante el primer año. Estímulos intensos o desconocidos, como ruidos fuertes y personas desconocidas para el bebé, ajenas a su contexto.
  • Hasta los seis años. Animales, tormentas, oscuridad, seres fantásticos como brujas o fantasmas, catástrofes y separación o divorcio de los padres.
  • De los seis a los doce años. Miedo al daño físico, al ridículo y, más próximo a la adolescencia, a las enfermedades y accidentes, a la muerte propia o de un ser querido, al bajo rendimiento escolar y a las desavenencias entre los padres.
  • Desde los doce hasta los dieciocho años. Prevalecen los miedos relativos a las relaciones interpersonales y la pérdida de la autoestima. En esta etapa del desarrollo, con la llegada de las interacciones sociales se produce un decremento del temor a otro tipo de daño (como el daño físico) y va en aumento el miedo al rechazo, a hablar en público o a hacer el ridículo.

Conforme el niño/a vaya desarrollándose cognitivamente, es decir, que vaya entendiendo el mundo y cómo funciona, estos miedos se irán superando. Con el apoyo de los padres, el aprendizaje y las experiencias del propio niño, va comprendiente que cosas son realmente peligrosas y cuáles no. De esta manera tras varias noches durmiendo en su habitación comprenderá que no hay un monstruo en el armario o que la bruja no aparecerá para llevárselo, aprenderá que ese miedo es irracional y que está a salvo y acabará desapareciendo.

Como padres ¿qué podemos hacer?

Es importante que como padres y madres acompañemos a los hijos/as en la tarea de conocer los estados emocionales, cuáles son los estímulos que activan dichos estados y qué herramientas se pueden poner en práctica.

Aunque como ya se ha dicho anteriormente, los miedos evolutivos son adaptativos y no requieren un tratamiento específico, como padres podéis ayudar en la gestión de los mismos para así evitar que estos miedos evolucionen a fobia.

Lo principal es entender que aunque el miedo que tenga el niño sea irracional (bruja, hombre del saco, oscuridad…) lo que hace ante ese miedo es totalmente racional. Hace lo que cualquier persona haría ante una situación de peligro, huir, buscar ayuda, evitar… por lo tanto es fundamental calmar al niño/a, proporcionar un espacio seguro donde el niño pueda expresarse sin ser juzgado y validar eso que está sintiendo, esto hará que se sienta tranquilo y seguro.

  • Muestra afecto y protección. Habla con calma, con cariño, ponte a su altura físicamente, esto hace que se construya un vínculo seguro con el niño/a.
  • Pide que exprese su emoción y valídala, no le digas lo irracional que es o que no tiene sentido, para él o ella tiene mucho sentido. Trasmítele que es normal lo que está sintiendo y que tiene sentido, por ejemplo, tener miedo a la oscuridad por el hecho de no ver nada.
  • Dile que es capaz de enfrentarse a ese miedo, dale poder a sus actos y refuerza cada pequeño acercamiento.
  • Dale una explicación en función de su edad sobre aquello que teme.
  • No le quites importancia, no le digas que lo que siente es una tontería. Recuerda que aunque como adulto sepas que no tiene sentido, el niño/a no lo sabe y realmente su sufrimiento es real.
  • Fomenta conductas de autonomía de forma gradual, por ejemplo, si le da miedo la oscuridad haz pequeños acercamientos a esta, primero que esté a oscuras un rato contigo, luego un rato él/ella solo/a, pon una luz nocturna…
  • Puedes desvelar aquellos miedos que tuviste en tu infancia ya que el niño/a sentirá que lo entiendes, y que a pensar de haber tenido miedo lo has superado.

Terapia psicológica

Hay ocasiones en las que es necesario acudir a un especialista y en Centro Lagom ofrecemos un servicio exclusivo infanto-juvenil. Si quieres saber más puedes pedir cita a través de la pagina web o llamando al 623 068 964.

FDO: Amor Losilla Paris, psicóloga y terapeuta familiar experta en infancia y adolescencia.

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Magdalena Ruiz Bonillo

Psicóloga adultos y adolescentes

Considero que la psicología está dentro de cada uno de nosotros, la mayoría de problemas surgen porque somos capaces resolverlos y sirven como una manera de adaptación a los nuevos cambios que nos trae la vida, solo tenemos que buscar dentro de nosotros mismos, y ahí es donde yo puedo ayudaros y hacerlo un poco más fácil.

Mi curriculum

Grado de psicología: Universidad Católica de Murcia (Murcia).
Máster General Sanitario: Universidad Católica de Murcia (Murcia).
Máster en sexología: Universidad de Almería (Almería).
Terapeuta familiar:  Centro de Terapia familiar (Murcia).
Experta en trastornos alimentarios: Instituto Centta (Madrid).
Formación en EMDR NIVEL I: Asociación EMDR España (Madrid).

Amor Losilla París

Psicóloga de adultos e infanto-juvenil

Siempre tuve una gran vocación por el desarrollo y los desafíos de las diferentes etapas de la infancia. Para mí las familias son parte del proceso de terapia, por eso me gusta trabajar de manera conjunta. Mi espacio terapéutico es un lugar de cuidado y crecimiento personal donde os ayudaré a conoceros mejor como padres, madres e hijos/as.

Mi curriculum

Grado de psicología: Universidad de Almería (Almería).
Máster General Sanitario: Universidad Internacional de Valencia (Valencia).
Postgrado en Terapia Familiar con la especialidad en infanto-juvenil: ESEUPE (Madrid).
Experta en menores infractores: Universidad de Almería (Almería).
Formación en adicciones en menores: Universidad de Almería (Almería).
Formación en evaluación, diagnóstico y tratamiento en el trastorno del espectro autista: Universidad Pontificia de Comillas (Madrid).

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